25 mar 2013

Domingo Hernández (ed.), Arte, cuerpo, tecnología


























Arte, cuerpo, tecnología es una compilación de textos que abordan las relaciones de los tres temas indicados a partir de varios enfoques. A grandes rasgos, aunque los artículos son muy heterogéneos entre sí, comparten un punto de vista filosófico. Sea bien desde la estética, la teoría y la historia del arte, o la filosofía de la tecnología, predominan elementos, conceptos y categorías propios de la tradición filosófica.

Aquí no vamos a resumir los 11 textos del volumen. En su lugar extraeremos algunas ideas que laten como fondo común en varios artículos. Nos centraremos en el caso del cuerpo, una figura que en las coordenadas intelectuales de aquel momento (año 2003) era entendida como materia prima. Las imágenes que se utilizan son las intervenciones de Stelarc, Orlan y otros artistas que trabajan con su propio cuerpo. Las ideas teóricas que se toman como referencia para examinarlas críticamente eran las de los transhumanismos y los posthumanismos. Con este material, podía decirse que


La metaformance de Orlan no reincide en el espectáculo cotidiano o teatral, sino que crea un espectáctulo extrarreal, en el que ya no es factible la utópica equivalencia entre arte y vida (principio defendido vigorosamente por diferentes generaciones de artistas que se han dedicado a la performance). El cuerpo es simultáneamente un cuerpo-materia prima, modelo físico apto para un proceso de rediseño del sujeto, y un cuerpo interfaz, que permite el acceso al imaginario multimedia (Claudia Gianetti, p. 218).


O un poco más adelante, a propósito de Stelarc y otros artistas que trabajan con interfaces:

Ya no se exhibe el cuerpo como un sistema funcional cerrado, sino como un medio receptor y de interfaz entre sujeto y observador, entre sujeto y entorno, entre sujeto y máquina (219).

El cuerpo como algo que puede ser ampliado, extendido gracias a los avances tecnológicos:


El cuerpo regresa, pero a su papel de instrumento fácil para el embrujo, añade ahora la posibilidad de su ampliación y movilidad mediante la conexión con lo tecnológico (Domingo Hernández, p. 210).


Avances tecnológicos que se conciben en ocasiones como prótesis o como prendas de vestir electrónica:


La ropa electrónica no tendría la función de protegernos del frío o de estar a la moda, sino la de incrementar nuestro elenco de sensaciones táctiles, posibilitando algo que hoy en día parece utópico: tocarse a distancia (Javier Echeverría, p. 23).


El planteamiento de fondo es la idea de cuerpo como material plástico que puede modificarse con nuevos medios técnicos. A las funciones orgánicas del cuerpo se pueden añadir otras o mejorar las que ya había. Cada autor trabaja en torno a esta filosofía con una posición distinta. Por ejemplo, a partir de un examen del superhombre nietzscheano:


Podemos convertir nuestro cuerpo en una serie de soportes de silicio, fibra de vidrio y plástico, sobre los cuales corren y se entrecruzan los mensajes. El último hombre: un ordenador multimedia con extremidades. ¿Tiene esto sentido? No. Y por eso el último hombre se apresta a descubrir constantemente nuevos estímulos  nuevas excitaciones, por efímeras y redundantes que sean. El caso es que pase de todo, sin necesidad de decisión ni de refutación. Los spots publicitarios, las películas y los telefilms: un remedo -propio del enano, del espíritu de la pesantez- del eterno retorno de lo igual (Félix Duque, p. 182).


Ni que decir tiene que desde entonces hasta ahora no ha pasado tanto tiempo como para que esta concepción del cuerpo haya cambiado radicalmente. Pero también es verdad que la aparición de nuevos aparatos electrónicos, un uso distinto de Internet, y otras ideas que están entre nosotros traen consigo formas distintas de pensar la relación entre arte, cuerpo y tecnología.

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